El acontecimiento del cuerpo irrumpe con una nítida señal: el estremecimiento, seguido de la quietud del sujeto, a sabiendas de lo que vendrá. Un estremecimiento central a la altura del pecho, que se irradia en olas fugaces y escalonadas hacia las piernas. Durante esos segundos no puede moverse; relata que ni siquiera lo intenta porque las imágenes lentas que atraen sus pensamientos, concentran su atención. El episodio dura breves segundos, aunque del eco de extrañeza en su cuerpo no logra desprenderse hasta unos veinte minutos mas tarde.
Convive con esos episodios de despersonalización desde hace unos años, pero la tyché comenzó a traerlos prácticamente a diario. Al inicio, interrumpían situaciones nimias sin que pudiera anticiparlos, aunque últimamente, ha notado que sobrevienen con más o menos demora, tras ciertas rumiaciones que atañen a un objeto de goce en particular. Advertencia que lo regula.
Sin embargo, los que le provocan mayor inquietud son los que ocurren en los instantes previos a alcanzar el sueño. El franqueamiento entre la vigilia y el sueño se le ha tornado peligroso, como una zona franca donde puede o no sobrevenir ese profundo malestar que desmoronaría momentáneamente su cuerpo y del que no podría sustraerse. Cuando sucede se desvela.
Su real, despierta.
Lorena Oberlin Ripstein
En formación en el Instituto del Campo Freudiano de Alicante