Cuando se anunció su primer hijo, los jóvenes padres no perdieron tiempo, Internet les proveyó los títulos de libros necesarios para saber cómo tratar al bebé. Incomprensiblemente, el recién nacido lloraba "sin motivos". Contra el seguimiento estricto de las pautas librescas, la abuela pidió levantarlo. Acunándolo en sus brazos canturreó una cancioncilla. Asombro de los padres: el niño se calmó. Los libros no habían informado de lo imposible de pautar: el goce. De un abrazo. De una voz que arrulla.
Tratamiento fonoaudiológico para la tartamudez; los padres considerando la posibilidad de consultar a un analista por su fobia a mascotas.
Los síntomas empezaron a desvanecerse cuando decidió renunciar a ser "la maravilla que trataba amorosamente a su hermana". Enmundecidos por el asombro, los adultos le escucharon – sin tartamudear – decir a la niña: ¡me arruinaste la vida cuando naciste!
Azucena Zanón
Bariloche, Argentina, EOL