Sostener la verdad fue un escollo: en los distintos análisis, en mi relación con los otros y como analista. El deseo del analista se sostiene de la inexistencia del Otro, anuda el nombre del enunciado fantasmático con el goce pulsional produciendo un nuevo modo de satisfacción.

Recorto un trozo de real en la hystoria de mi análisis. Aprehendí que del espejismo de la verdad solo puede esperarse la mentira. Resistí, por temor a perder el amor de mi madre y el de "mis hermanitos de la impotencia". Una situación familiar marca el límite que me confronta con la castración en el Otro materno. Muda durante horas, la impotencia caía dejando al descubierto lo imposible y mi modo de gozar, ya no se trata del amor sino del goce, no hay palabras que puedan nombrar eso.

Miller invita a redefinir el deseo del analista. Si pienso "… el sinthome como anudamiento, como lo imposible de atravesar, (…) que libera a la pulsión de sus usos fijos…"[1], puedo decir que este nuevo anudamiento, esta nueva satisfacción le permite al sujeto la transmisión de un deseo que mantiene el enigma sobre qué es un analista. Podríamos decir que el deseo del analista "…es el sinthome"[2].

Leticia Acevedo
EOL, Buenos Aires