"Agotarse hasta morir", fueron las palabras que recorto en un control, referidas a una paciente. Una sujeto espera la muerte en el escenario de su trabajo, de domingo a domingo sin descanso, sin un corte, viene a buscar en el psicoanálisis algo que la ayude para tratar de aliviar este goce superyoico que la condena a ésto.

Lo que conocemos como exceso de trabajo o burnout, es una manifestación de los síntomas contemporáneos, "un cuerpo goza de sí mismo autodestruyéndose, no de aquello de lo que le falta"[1], la sujeto padece de la imposibilidad "de separarse de un goce excesivo"[2].

¿Qué función puede cumplir el psicoanálisis en el siglo XXI cuando un sujeto dice de su hartazgo de la tanta "satisfacción"? Morir agotada "dentro de la civilización del exceso de goce es un discurso, un nuevo saber/poder que se ejerce en las vidas a partir de la imposición a gozar"[4].

Entonces "ese cuerpo que no habla pero que sirve para hablar"[4], es lo que ofrece el psicoanálisis como límite último al ejercicio de la civilización del exceso.

Marta Goldenberg
EOL, Córdoba